T2- De la ciencia, su definición y su método
En esta segunda tarea se nos plantea la reflexión sobre los textos que se nos ofrecieron para intentar dar una respuesta a la pregunta ¿Qué es la ciencia?
En mi caso particular, quizá por
esa “deformación profesional” a la que he aludido previamente o quizá también
por un cierto sesgo confirmatorio, puesto que el planteamiento del autor coincide
en varios puntos con la postura que yo mismo he defendido en algún foro (eg. Martín-García,
2021) he disfrutado particularmente de la entrada de Cesar
Tomé en Quora. Sobre la imagen que se tiene socialmente de la ciencia, como
algo que progresa gracias a la inquebrantable aplicación, sistemática, rígida e
invariable de un “método científico”, para mi es evidente que se trata de uno
de los errores más comunes sobre la ciencia (Figura 1).
Figura 1: Visiones deformadas
de la ciencia (Borda y Erazo, 2010)
No existe “el” método científico,
no hay una receta predefinida sobre cómo hacer ciencia ni un único
procedimiento estándar aceptado unánime y universalmente por la comunidad
científica al que ceñirse y que haya funcionado a lo largo de la historia. Como
la propia ciencia, el método es esclavo de su contexto, que lo convierte en un
elemento histórico-concreto, por lo que, a medida que hemos ido avanzando en
el estudio y la comprensión de los fenómenos, en ese proceso ininterrumpido de
dominio del entorno; su significado, características e implicaciones han ido
cambiando, diluyéndose en las tendencias epistemológicas y las prácticas
hegemónicas de cada momento.
Por llevarme la reflexión a mi
campo, el problema de la hegemonía del “método científico” en el marco de la
enseñanza de las ciencias se traduce en que es frecuente encontrar no sólo
trabajos o propuestas de nuestro alumnado sino incluso investigaciones que se
adornan con frase del tipo “así los alumnos pudieron plantear sus propias
hipótesis y contrastarlas” o del tipo “de este modo los resultados mostraron
que las hipótesis del alumnado eran correctas”. Desde mi punto de vista, creo
que desde una perspectiva epistemológica este tipo de situaciones son todo lo
contrario de lo que plantea la ciencia.
En primer lugar, hablar de
hipótesis en el marco de la enseñanza es, cuanto menos, demasiado atrevido.
Formular una hipótesis implica tener un conocimiento profundo del fenómeno que
se está estudiando y de los antecedentes e investigaciones que se han realizado
en torno a él, de los factores y variables que pueden influir en su desarrollo…etc.
Es decir, que para formular una hipótesis uno debe saber mucho y comprender muy
bien el contexto en el que se mueve, algo complicado si estamos introduciéndonos
en el estudio de las ciencias, donde, desde mi perspectiva, de lo máximo que
podemos hablar es de hacer predicciones fundamentadas. En segundo lugar, porque
la ciencia no busca la palmadita en la espalda, es decir, no se trata de
plantear una hipótesis para validarla y poder decir “que bueno soy, tenía razón”,
sino que el proceso es el contrario. Lo que subyace bajo una hipótesis es un
interés en refutarla, en concluir en base a los resultados que es falsa, que no
verifica. La ciencia no se construye desde las “verdades absolutas” si no que
es un proceso de “separación de la paja del grano” donde el descartar
progresivo de las teorías que no son correctas es lo que promueve el avance en
el conocimiento.
Por ello, la definición
actitudinal que plantea Cesar Tomé me parece excepcional y muy interesante, por
lo que creo que la incorporaré a mis clases para el curso que viene. Además, pienso
que encaja muy bien con lo que se nos plantea en la segunda de las entradas, en
esa aproximación
vectorial a la ciencia. Este acercamiento me resulta interesante por cuanto
que rompe con la visión “socialmente neutra” (Martín-García, 2021) de la
ciencia y la idea de que esta es una especie búsqueda altruista e idílica del
conocimiento que se sitúa por encima del bien y del mal, inmaculada y que no se
ve afectada por las tribulaciones, las tentaciones o los vicios que sí afectan
a los individuos.
Del mismo modo, esta aproximación
me permite conectar un poco lo que hemos visto en el primero de los temas con
lo que hemos empezado a ver en el segundo porque uno de los grandes
condicionantes que, desde mi punto de vista, tiene la “ciencia moderna” es
precisamente el proceso de publicación. Para cerrar una investigación esta ha
de ser publicada, en caso contrario es como si nunca se hubiera llevado a cabo
porque la comunidad científica no tiene constancia de ella, más allá de aquellos
que hayan participado en el proceso. No hablaré de otras áreas de conocimiento
que quizá están más consolidadas y tienen una mayor variedad de oportunidades y
revistas en las que publicar, pero en el campo educativo nos encontramos a
veces con que el problema de la publicación es un factor que se ha de tener muy
en cuenta.
En este sentido, la ciencia que
se hace, en muchas ocasiones, no es la ciencia que los equipos quieren hacer,
sino la ciencia “que se puede publicar”. Esto quiere decir, que dado que la
base del sistema que se ha creado es la publicación (el archiconocido “publish
o perish”), la prioridad, por una mera cuestión de supervivencia tanto de los
propios científicos como de los grupos de investigación, es trabajar en
aquellas temáticas que realmente ofrecen oportunidades para la publicación. En
un momento puntual un determinado tema o un tipo de metodología se “ponen de
moda” y determinadas publicaciones optan por centrarse en ese tipo de
artículos, por lo que, generalmente, optan por no aceptar otros tipos de
publicaciones. Es una postura entendible, al final se trata de un negocio y lo
que se busca es ampliar los beneficios logrando una mayor clientela, pero no
deja de ser un factor que condiciona el desarrollo o evolución de la ciencia
que se hace. En este sentido, son muchas cosas las que quizá habría que cambiar
del modo en el que se gestiona o funciona el sistema de publicación, pero la
realidad es la que es y no conviene empeñarse en que los molinos son gigantes
que hay que derrotar. No obstante, siempre que pienso en estos temas y en el sinsentido
que supone el sistema de publicación en el que nos movemos, me vienen a la
cabeza los vídeos que dejo a continuación.
No obstante, queda todavía una
pregunta que responder: ¿es ciencia lo que hago? O, en este caso ¿es ciencia lo
que se hace en el área de Didáctica de las Ciencias Experimentales?
Pues no lo sé. Si damos por buena la definición actitudinal de Cesar Tomé, he de responder que sí, que intentamos hacer una “búsqueda sistemática del conocimiento […]”. No obstante, en el momento en que los adentramos en el marco de las Ciencias Sociales esa coletilla de “cuya validez no depende de un individuo o época concretos” se hace cada vez más complicada de verificar. Los condicionantes personales y contextuales complican la generalización de los resultados y es lógico, porque cada individuo es único. En este sentido, por mucho que podamos desarrollar secuencias de enseñanza-aprendizaje de determinados modelos o conceptos que podamos catalogar de “bien diseñadas” y adaptadas a las evidencias didácticas, metodológicas e, incluso neurocientíficas, nunca se podrá garantizar su eficacia para todo el alumnado en todo momento. ¿Es este un motivo para considerar que lo que hacemos no es ciencia? A mi entender no, simplemente es una nueva constatación de que la ciencia viene en múltiples formatos y que debe adecuarse al contexto en el que se realiza y a las idiosincrasias del campo en el que se trabaja.
Referencias
Borda, O. L., y Erazo, M. (2010). Concepciones sobre
ciencia e investigación en profesores de química en formación inicial: Un
estudio en el contexto de los trabajos. Tecné, episteme y didaxis: revista
de la Facultad de Ciencia y Tecnología, 28, 41-56.
Martín-García, J. (2021). Nada es lo que parece: Una
reflexión sobre las visiones deformadas de la ciencia. TED: Tecné, Episteme
y Didaxis, 50, 15-31. https://doi.org/10.17227/ted.num50-9996
Excelente trabajo, le has dado muchas vueltas al tema. Poco que añadir. Maravillosos los vídeos del médico (alguno había visto por tuiter)
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